miércoles, 5 de julio de 2006

Tragedia en Valencia

El descarrilamiento de un convoy del metro de Valencia entre dos céntricas estaciones de su recorrido, costó ayer la vida a cerca de cuarenta personas en el accidente más grave ocurrido en un suburbano en España y uno de los más mortales registrados en el mundo. Descartado el móvil terrorista, sólo la investigación determinará la causa última o la suma de causas por las que la unidad se salió de su trazado y provocó una masacre entre sus pasajeros. Las explicaciones iniciales del desastre han sido confusas. Primero se habló de un derrumbamiento del túnel, ya que el conductor del tren que seguía al accidentado observó una gran polvareda; más tarde, el portavoz del Gobierno valenciano y la alcaldesa de la ciudad aseguraban que el suceso había sido fortuito; y por último, el delegado del Gobierno en la Comunidad afirmaba que el accidente se debió a una combinación de exceso de velocidad y de la rotura de una rueda, una explicación, la del fallo humano, que los sindicatos ferroviarios calificaron de irresponsabilidad al no haberse realizado un estudio serio y concienzudo. La gravedad de lo ocurrido obliga a profundizar en los primeros indicios y a realizar una minuciosa investigación, no sólo porque así lo exigirá la Justicia, sino porque las instituciones que tienen a su cargo el ferrocarril metropolitano han de conocer las eventuales deficiencias de su sistema de transporte para corregirlas y prevenir nuevos siniestros. El metro valenciano tiene, además, un negativo y cercano precedente: hace menos de un año, en septiembre del año pasado, se produjo un choque, en la misma línea 1 ahora accidentada, que causó heridas a más de treinta personas.

Ningún medio de transporte resulta completamente seguro y el ferrocarril, y en particular el metro, se encuentra entre los de menor siniestralidad. Sin embargo, cuando se producen accidentes como el de ayer, es obligatorio desentrañar los factores que lo motivaron, tanto para depurar las pertinentes responsabilidades, incluidas personales y políticas, si las hubiere, cuanto para aprender de lo ocurrido y perfeccionar los sistemas de seguridad. Valencia recibió ayer un golpe demoledor. A su sociedad le esperan momentos de dolor y turbación, el rastro de tristeza, desesperación, rabia e incomprensión que dejan las grandes desgracias colectivas y que sólo se supera con rigor, transparencia y solidaridad. Un mazazo a escasos días de la visita del papa Benedicto XVI, en cuyo honor está engalanada una ciudad que, durante tres días, se vestirá de luto. Publicado en Correo digital

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para aprender a rezar, en trenes de España viajar......