Yo no quiero la 'Nación española' de Rajoy
Por Pedro de Hoyos
Lo malo de la situación actual es que parece que estás obligado a ser del PP o del PSOE. Rajoyano o zapateril, caramba. Como si no hubiese otro remedio, otras alternativas, en esta España polimórfica que ser necesariamente del Real Madrid o del Barcelona, como si yo no pudiese ser del equipo de mi pueblo, pongo por caso. Como si no hubiese otras posibilidades a las que apuntarse. Guatemala o Guatepeor, escoja usté.
Lo malo está en que si criticas lo más mínimo la política del Gobierno, como si no hubiese razones para ello, automáticamente quedas identificado con el PP. ¿Pero qué política es ésta? Lo malo está en que si apoyas cualquier aspecto mínimo de la política del PSOE automáticamente pasas a ser un miembro más de la izquierda. Lo malo está en que todos quieren no sólo tener razón, sino tener toda la razón, despojar de la más mínima posibilidad de acierto al contrincante. Nos están pintando una España en blanco y negro, negando el arco iris, negando el resto de posibilidades de la paleta del pintor, negando la gama de posibilidades que presenta la naturaleza en esta primavera que ya se huele.
Yo no defiendo la España zapateril, la España desequilibrada, la España del embudo, la parte ancha para las autonomías más ricas y prósperas, la parte estrecha para los más atrasados, despoblados y desindustrializados. No defiendo una España para cuyos políticos es tan extremadamente grave, definitivamente preocupante y radical un estatuto de autonomía al que luego los votantes dan la espalda. Pero tampoco defiendo la España del PP, no me gusta la España que habla catalán en la intimidad cuando el Gobierno de turno necesita determinados votos, prefiero la España que hable catalán cuando le da la gana, en la intimidad o en público, pero sin depender de lo que decida un gobierno regional de una esquina de España.
El caso es que parece necesariamente que ambos partidos quieren tener siempre la razón y toda la razón, y para ello tienen organizadas y distribuidas sus influencias económicas y mediáticas, que les ríen las gracias, les bailan el agua y les hacen los coros, siempre carentes de neutralidad, lejos de la independencia y de la asepsia. Y el españolito, algún españolito, se cree que está obligado a defender contra viento y marea todos y cada uno de los diferentes aspectos que conforman la política del momento. Imposible para un conservador admitir que el PP pudo haberse equivocado en no sé qué decisión, no digamos ya si la decisión la hubiese tomado el endiosado Aznar. Imposible para alguien que se tiene como progresista admitir el más mínimo error en la gestión de Zapatero, inmarcesible líder supremo. Mecagüen la España polarizada que nos quieren vender unos y otros.
Hay otras posibilidades, hay otras elecciones, hay otra España, que no pertenece a ninguno de los dos partidos, que admite que unos y otros se pueden equivocar un día y acertar al siguiente, que la verdad, la razón y el acierto no son patrimonio permanente e inamovible de ninguna opción política, otra España que se niega al dualismo, al “conmigo o contra mí”, una España que no admite los desaciertos de Zapatero sin arrojarse sumisa en los brazos del PP; una España que piensa por cuenta propia sin dejarse comer el coco por los cantos de sirena que le niegan el pan y la sal al Gobierno, una España que puede ir a la manifestación del sábado sin creer que la salvación de España depende de Rajoy, el único profeta que puede salvarnos de la desaparición de España. O que puede quedarse en casa, criticar al PP, sin bendecir cada palabra y cada acto que sale del Consejo de Ministros.
El panorama español está lleno de opciones políticas minoritarias y dignísimas y bien preparadas, sólo postergadas por el poder económico y mediático de los dos grandes partidos depredadores. Naciones españolas hay muchas, que ni PP ni PSOE nos la impongan.
Por Pedro de Hoyos
Lo malo de la situación actual es que parece que estás obligado a ser del PP o del PSOE. Rajoyano o zapateril, caramba. Como si no hubiese otro remedio, otras alternativas, en esta España polimórfica que ser necesariamente del Real Madrid o del Barcelona, como si yo no pudiese ser del equipo de mi pueblo, pongo por caso. Como si no hubiese otras posibilidades a las que apuntarse. Guatemala o Guatepeor, escoja usté.
Lo malo está en que si criticas lo más mínimo la política del Gobierno, como si no hubiese razones para ello, automáticamente quedas identificado con el PP. ¿Pero qué política es ésta? Lo malo está en que si apoyas cualquier aspecto mínimo de la política del PSOE automáticamente pasas a ser un miembro más de la izquierda. Lo malo está en que todos quieren no sólo tener razón, sino tener toda la razón, despojar de la más mínima posibilidad de acierto al contrincante. Nos están pintando una España en blanco y negro, negando el arco iris, negando el resto de posibilidades de la paleta del pintor, negando la gama de posibilidades que presenta la naturaleza en esta primavera que ya se huele.
Yo no defiendo la España zapateril, la España desequilibrada, la España del embudo, la parte ancha para las autonomías más ricas y prósperas, la parte estrecha para los más atrasados, despoblados y desindustrializados. No defiendo una España para cuyos políticos es tan extremadamente grave, definitivamente preocupante y radical un estatuto de autonomía al que luego los votantes dan la espalda. Pero tampoco defiendo la España del PP, no me gusta la España que habla catalán en la intimidad cuando el Gobierno de turno necesita determinados votos, prefiero la España que hable catalán cuando le da la gana, en la intimidad o en público, pero sin depender de lo que decida un gobierno regional de una esquina de España.
El caso es que parece necesariamente que ambos partidos quieren tener siempre la razón y toda la razón, y para ello tienen organizadas y distribuidas sus influencias económicas y mediáticas, que les ríen las gracias, les bailan el agua y les hacen los coros, siempre carentes de neutralidad, lejos de la independencia y de la asepsia. Y el españolito, algún españolito, se cree que está obligado a defender contra viento y marea todos y cada uno de los diferentes aspectos que conforman la política del momento. Imposible para un conservador admitir que el PP pudo haberse equivocado en no sé qué decisión, no digamos ya si la decisión la hubiese tomado el endiosado Aznar. Imposible para alguien que se tiene como progresista admitir el más mínimo error en la gestión de Zapatero, inmarcesible líder supremo. Mecagüen la España polarizada que nos quieren vender unos y otros.
Hay otras posibilidades, hay otras elecciones, hay otra España, que no pertenece a ninguno de los dos partidos, que admite que unos y otros se pueden equivocar un día y acertar al siguiente, que la verdad, la razón y el acierto no son patrimonio permanente e inamovible de ninguna opción política, otra España que se niega al dualismo, al “conmigo o contra mí”, una España que no admite los desaciertos de Zapatero sin arrojarse sumisa en los brazos del PP; una España que piensa por cuenta propia sin dejarse comer el coco por los cantos de sirena que le niegan el pan y la sal al Gobierno, una España que puede ir a la manifestación del sábado sin creer que la salvación de España depende de Rajoy, el único profeta que puede salvarnos de la desaparición de España. O que puede quedarse en casa, criticar al PP, sin bendecir cada palabra y cada acto que sale del Consejo de Ministros.
El panorama español está lleno de opciones políticas minoritarias y dignísimas y bien preparadas, sólo postergadas por el poder económico y mediático de los dos grandes partidos depredadores. Naciones españolas hay muchas, que ni PP ni PSOE nos la impongan.
Fuente: SXXI.Es
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