lunes, 10 de abril de 2006

Tres años de esperanzas que se han ido
transformando en pesadilla en Irak
El 9 de abril de 2003, el mundo entero observó en directo cómo la gigantesca estatua de Sadam era derribada de la Plaza Firdaus (Paraíso), pero el derribo sólo pudo completarse con la ayuda de las grúas del ejército estadounidense invasor, detalle que a nadie pasó desapercibido.
Durante las tres semanas de invasión y derrota del ejército de Sadam, las tropas americanas se encontraron con una población que las recibía sin entusiasmo, aunque la frialdad no escondía cierto alivio y la esperanza de un futuro mejor.
Hoy, después de tres años, ni siquiera los chiíes -supuestos beneficiarios de la caída del régimen suní de Sadam- esconden su decepción ante la situación en que se encuentra el país.
"Aquel derribo de la estatua y lo que vino después ha traído más inconvenientes que ventajas", señala Fatah al Sheij, miembro chií del Parlamento, en referencia a la violencia desatada en el país y al creciente odio intercomunitario que ha sustituido a la callada represión suní sobre los chiíes que era la tónica dominante en la era de Sadam.
"Lo que pasa ahora en Irak es una catástrofe nacional", opina por su parte el jeque Jalf Al Olayan, presidente del Consejo del Diálogo Nacional, uno de los principales partidos de la comunidad suní e integrante del Frente del Consenso Iraquí, tercera lista en las elecciones de diciembre pasado.
Olayan explicó que "los tres años pasados han sido los más difíciles en la historia de Irak, y cualquiera que celebre ese día (el del derrocamiento del régimen de Sadam) como una liberación estará completamente equivocado".
Todos los observadores coinciden en que uno de los grandes errores de la ocupación estadounidense fue hacer "tabla rasa" del régimen anterior y destruir por completo toda la arquitectura institucional del Estado, no solo por el enorme trabajo que quedaba por hacer, sino por el resentimiento creado entre cientos de miles de soldados, policías y funcionarios expulsados.
Muchos iraquíes denuncian que, tras el derrocamiento del anterior régimen, las fuerzas extranjeras, en lugar de guiar el país hacia la democracia, lo han convertido en el campo de batalla entre diferentes comunidades.
"Los mongoles, que destruyeron Bagdad y lanzaron sus libros al río Tigris, no profanaron los lugares sagrados como estamos viendo ahora", explicó Abdelsalam Al Kubeisi, portavoz oficial de la Asociación de Ulemas Musulmanes, la principal organización religiosa suní y una de las más contrarias a la presencia estadounidense en el país.
Según cifras no oficiales facilitadas por organizaciones regionales e internacionales, más de 100.000 iraquíes han muerto desde que la coalición internacional, dirigida por EEUU, invadió Irak el 20 de marzo de 2003.
En ese periodo, más de 2.300 soldados estadounidenses han perecido, la mayoría en acciones de combate, mientras que las infraestructuras del país -petroleras, eléctricas, de saneamiento- son destruidas una y otra vez por grupos que quieren hacer descarrilar al nuevo Estado a cualquier precio.
Pese a que la mayoría de los iraquíes celebraron el derrocamiento de un régimen al que consideraban salvaje y antidemocrático, siguen lamentando lo que sucedió después en su país.
"No es cierto que la mayoría de los iraquíes esté contento con el cambio de situación, porque ahora nos encontramos indefensos entre la fuerza de ocupación y la violencia y el terrorismo", explicó a EFE un político iraquí que pidió mantener el anonimato.
En los últimos meses, el temor a una guerra civil sectaria en el país se ha disparado debido a los cada vez más frecuentes enfrentamientos entre chiíes y árabes suníes, iniciados tras el bombardeo, el pasado 22 de febrero, de un santuario chií en la ciudad de Samarra, a 100 kilómetros al norte de Bagdad.
Fuente: Vía Link

1 comentario:

Margarida V dijo...

que tristeza siento cuando veo las noticias de irak, como sufre esa gente