La situación financiera y económica actual globalmente es crítica. De Wall Street al resto de las bolsas europeas, asiáticas y más allá del resto del mundo, indican que la economía del mercado libre está entrando en una crisis sin precendentes. Los líderes del mundo occidental todavía creen que se puede salir de la crisis financiera y de las graves consecuencias que amenazan a otros sectores relacionados si no se toman las medidas necesarias para salvar el capitalismo.
El martes 16 de septiembre, los titulares de los informativos y periódicos del mundo alertaban, nuevamente, sobre el advenimiento de un “crack” financiero mundial. El Epicentro: Wall Street, en Estados Unidos. Otra vez los rostros de pánico de los operadores de bolsa del corazón mercantil del planeta graficaban la noticia. No era para menos, se trataba de la caída más importante después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 (cayó en 500 puntos). Y arrastraba a las bolsas de toda Europa y parte de Asia. Presenciábamos, dijeron los analistas, el inicio de la mayor crisis económica de la historia de la humanidad. El fantasma de la recesión de 1929 volvió para poner en jaque al sistema capitalista. Dos piezas claves del dominó especulativo mundial cayeron estrepitosamente: el banco de inversiones Lehman Brothers, y su rival, Merill Lynch, aunque este último fue comprado por Bank of America, por 50.000 millones de dólares, como una forma de evitar que la crisis se extienda a otras instituciones financieras. Esto reactivó una crisis que ya se arrastraba desde julio de 2007. Si antes eran cinco los bancos que dominaban las inversiones mundiales, ahora solo quedaban tres. El gobierno de George Bush, en un intento desesperado por evitar que la crisis avance, destinó 85.000 millones para salvar a la más grande aseguradora del mundo: American International Group (AIG), que también estuvo próxima a caer. Antes había adquirido las entidades hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, y había colocado alrededor de 200.000 millones de dólares en el mercado para que los bancos en problemas se presten entre sí, préstamos que habían crecido astronómicamente. Se hablaba de la creación de una entidad similar a lo que en Ecuador fue la AGD, para garantizar los depósitos de las instituciones en problemas. Nuevamente las preguntas de rigor se hicieron presentes: ¿por qué sucede esto tan repentinamente y afecta a los bancos a escala global?, ¿qué efectos podría tener sobre nosotros? Las respuestas, si bien las encontrábamos en algunos medios de comunicación, como siempre, eran tan confusas e incompletas.
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