El líder libio, Muamar el Gadafi, con el presidente de Siria, Bashar Al Assad. - AFP
La Cumbre Árabe que se celebra desde ayer en la capital Siria, Damasco, ha puesto de manifiesto la profunda división que existe en el mundo árabe entre los países que apoyan la política de Estados Unidos y los que no.
Once países aliados de Washington -la mitad de los 22 que forman la Liga Árabe- han optado por enviar a políticos de segunda fila a la capital siria para la vigésima cumbre de la organización, entre ellos Egipto, Arabia Saudí y Jordania.
Más que el Líbano, ha decidido boicotear la cumbre, bajo el falso pretexto de que Damasco es el principal responsable del estancamiento y de la crisis política que vive el país.
Por ello, hay pocas expectativas de que la cumbre tenga éxito al abordar los temas que preocupan al mundo árabe: la crisis libanesa, la paz en Oriente Medio, la seguridad en Irak, el diálogo palestino o la situación en la región de Darfur y Somalia.
Sobre el el país anfitrión ha caído una lluvia de críticas, los ataques de los aliados de Washington no han cesado, obviamente las críticas están motivadas por la aversión que suscita su supuesta alianza con Irán como lo representa la política estadounidense apoyada e impulsada por los dirigentes actuales en Washington para crear más división en la Liga árabe.
Dado que la política del presidente Bush ha tenido como resultado el mantenimiento de la inestabilidad en la región, nada indica que las crisis se vayan a resolver a medio plazo, al menos mientras no haya un cambio de administración del otro lado del Atlántico.
Los discursos de los jefes de Estado presentes ayer en Damasco no han más que abrir la herida: Ghadafi dijo francamente “que sólo nos une esta sala de conferencias porque nada más nos une”.
Iniciativas moderadas como la propuesta saudí de 2002, asumida por la Liga Árabe, para resolver el problema palestino a cambio del establecimiento de relaciones plenas con Israel, no ha tenido efecto debido al rechazo israelí.
El presidente sirio, Bashar al-Asad, que abrió la Conferencia, manifestó que su país está dispuesto a colaborar con las iniciativas árabes o no árabes para resolver la crisis libanesa "con la condición de que se basen en un consenso nacional". Pero a Estados Unidos no le interesa un consenso y es partidario de mantener los privilegios de la minoría cristiana a costa de los derechos de los grupos aliados de Siria e Irán.
Otras iniciativas que no tienen posibilidad de prosperar son las del libio Muammar el Gadafi, partidario de un diálogo positivo con Irán, o la del palestino Mahmud Abás, que propuso una presencia militar de los países árabes en los territorios ocupados por Israel.
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