martes, 27 de septiembre de 2005

Memoria de mis putas tristes o la
decadencia de un gran escritor
Por Ramón E. Azócar A.

Memorias de mis putas tristes es la última novela corta de Gabriel García Márquez (1928- ), escritor, periodista y premio Nóbel colombiano, que ha sido considerado como una de las figuras más representativas de la narrativa del siglo XX. La novela es más el muestrario de un trabajo lacerado y mimado en la intimidad de una necesidad de mercadeo, que producto acabado de un nuevo tiempo creador del autor.
El escrito, a pesar de sus desaciertos inspirativos, está construido con una estructura lineal y una prosa ágil y muy clara, en la cual no se presentan los vestigios del realismo mágico que lo caracterizó en Cien años de soledad . Por supuesto que hay una redacción creativa, con descripciones ingeniosas, relatos cómicos y muy pícaros. En este libro se plantea la historia de un anciano, periodista, escritor y profesor jubilado que quiere pasar un momento sexualmente divertido con una virgen, por lo cual contacta a la proxeneta Rosa Cabarcas , quien le consigue una niña pobre de 14 años. Esta menor trabaja en una fábrica pegando botones, por lo que extenuada, desde la primera cita se mantiene dormida en la cama, en espera de quien la desvirgará. No obstante, el viejito, al verla tan cansada prefiere no despertarla y sólo se complace con verla desnuda. Las citas continúan, y las acciones son similares; no hay contacto sexual, sólo complacencia, pero en el vetusto se enciende la llama del amor, enamorándose al grado de llegar a la desesperación cuando pierde contacto con ella. Y es aquí donde se da el leitmotiv de la obra, de cómo un hombre longevo pudo encontrar el sentido de la vida gracias al amor, un sentimiento que al final descubre que es correspondido, por lo que la dicha le hace ver la existencia de otra manera, y confirma que para el amor no hay edad.

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