domingo, 12 de junio de 2005

Opinión

En España hay una ofensiva reaccionaria, y
la izquierda no está siendo capaz de enfrentarla
Por Antonio Floréz
Es lógico que la derecha española, el Partido Popular, haya hecho -cada vez es más notorio- del antiterrorismo y del fervor católico los dos pilares de la política de enfrentamiento con el PSOE. Pero no sólo con el partido en el Gobierno: se trata de dos temas con una gran proyección social (casi nadie se queda indiferente ante ellos) y, a causa de ello, cabe decir que el ataque no va dirigido sólo contra el PSOE, ni siquiera contra la corriente política a la que este representa. Son ataques dirigidos contra el magma político que hemos dado en llamar “progresista”, conformado por organizaciones y por particulares.

Se trata de dos sentimientos que levantan pasiones por razones distintas. En el primer caso, la muerte, el destrozo, la injusticia de quien condena sin juicio, produce una natural repulsa entre la población, que está dispuesta a darse la mano con cualquiera que también rechace las mismas cosas, para gritar juntos “basta ya”, como se ha hecho en varias ocasiones. La derecha se aplica a aprovechar esa mano y, como asevera el popular refrán, tomarse el brazo entero. No tiene recato alguno en apropiarse de la imagen de las víctimas del terrorismo (de la imagen seductora del dolor, tan difícil de separar de la razón política que asiste o no a quien lo sufre) y, como en la manifestación del pasado 4 de junio, poner a sus más afines a organizar una respuesta al Gobierno bajo la excusa de pedir a este que no dialogue con ETA, cuando nunca el Gobierno ha propuesto hacerlo antes de que la banda armada deje las armas.

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