lunes, 22 de marzo de 2010

'Hablar con los muertos'


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Así expresaba Edgar Alan Poe una de sus más terribles pesadillas en su famoso relato “El entierro prematuro”. Al parecer, el miedo a ser enterrado vivo era algo corriente en la época victoriana e incluso se diseñaban ataúdes con “medidas de seguridad” para que el infortunado pudiera pedir auxilio en tal caso. En nuestros días, este miedo parece haber disminuido mucho o al menos no es un tema que esté particularmente de modoa Y sin embargo, en la actualidad podría existir un situación similar, padecida por miles de personas en todo el mundo, y que es aun más terrorífica. Al fin y al cabo, el enterrado vivo moriría a las pocas horas de asfixia, mientras que en el otro caso puede prolongarse años o incluso décadas.

Imaginemos la situación. Tenemos un accidente de coche y nos “despertamos” en la cama de un hospital. El problema es que no podemos movernos, ni hablar, ni abrir los ojos, ni realizar ningún tipo de acción. Los médicos certifican que estamos en “estado vegetativo” (E.V.) y ahí nos quedamos, ni vivos ni muertos… pero somos conscientes de lo que nos está pasando. Los años van pasando; nos tratan como si estuviéramos muertos. pero estamos ahí, encerrados en nuestro propio cuerpo.

Hasta hace poco, se suponía que los pacientes en estado vegetativo estaban completamente inconscientes. Podía debatirse si tenía o no sentido mantenerlos en este estado, pero nadie dudaba de su incapacidad para pensar o sentir. Sin embargo, según trabajos recientes de varios equipos de neuro-biólogos, la realidad es mucho más aterradora. Algunos pacientes parecen mantener al menos un cierto grado de consciencia y los investigadores han sido capaces de comunicarse con ellos.

Para ello conectaron a un número de pacientes en E.V.a un escáner cerebral, lo que les permitía observar qué áreas particulares se activaban cuando les hacían determinadas preguntas. Para responder “sí” los pacientes debían pensar en “jugar al tenis”; para responder “no” debían pensar en “estar andando por su casa”. Las áreas cerebrales que se activan en cada caso son muy diferentes y fácilmente distinguibles en el escáner.

Los familiares de los pacientes certificaron luego que las respuestas eran correctas (información que no tenían los médicos durante el experimento). Por ejemplo, uno de ellos fue capaz de contestar que el nombre de su padre era Thomas.

Desgraciadamente, esta técnica es muy cara y difícil de realizar, por lo que no puede constituir un medio de comunicación rutinario. Los científicos están trabajando en desarrollar un método que pueda aplicarse más fácilmente. Es evidente, que las consecuencias de estos experimentos son muy perturbadoras para la práctica clínica.

La “vida” y la “consciencia” no son cuestiones de blanco o negro.

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