lunes, 2 de abril de 2007

Autocrítica árabe

Autocrítica árabe sí, como buen paso positivo hacia el panorama de la paz y las esperanzas que puedan derivarse de ello en el futuro y de otro lado hay que reconocer en líneas generales aunque la monarquía saúdi o la dinastía de Al Saúd que dirige Arabia Saudita que lleva su nombre puede tener el aspecto de un regimen medieval como opina "crónicas Barbaras", pero que en todo caso representa actualmente el modelo del Estado Islámico moderado que el Occidente puede reconocer, qué más se puede esperar en esta región del mundo. Algo que todos tenemos que apreciar, pero al mismo tiempo y no en defensa de estos o aquellos, le preguntamos a Manuel Morales, qué piensa de Israel que parece desde fuera que tiene el aspecto de un Estado moderno, pero que en realidad está conduciondose en su trayectoria política en Oriente Medio como si fuese un país de la Edad Media, esto por lo menos lo que observamos objetivamente como y lo testimonian los hechos, construcciones de Muros y Vallas, desafio a las resoluciones de la ONU y la Comunidad Internacional, ocupación de territorios de otros pueblos, negación metódica de todos los derechos humanos, provocar guerras de religión o de civilización con los países vecinos (Guerra del Líbano en verano 2007) asimismo responsable del malestar que reina entre potencias occidentales y mundo islámico, en el ejemplo del apoyo que prestó a EE UU para la invasión y ocupación de Irak en 2003 y obviamente nadie ignora su incitación y apoyo a atacar Iran para frenar su avance tecnológico y acabar con su ambición nuclear.
Crónicas Bárbaras
Por Manuel Molares do Val
Abdalá Abd al-Aziz, el rey de Arabia Saudita, quizás pase a la historia por ser el primer líder de los 22 países de la Liga Árabe que admite su propia culpabilidad en el desastre social de esas naciones, aunque acuse seguidamente también a EE.UU., Israel y al mundo occidental.

Hasta ahora occidente y el imperialismo estadounidense, socios de Arabia, eran los culpables, con Israel, del hambre de millones de niños en las calles de Marrakech o El Cairo, de los asesinatos y violaciones en Darfur, o de la corrupción generalizada en su cultura. Todo ello, sumando además la situación de Irak, provocada por la guerra iniciada con la invasión angloamericana.

Es novedoso que un rey medieval se atribuya parcialmente el origen de un desastre, y que lo haga desde un palacio repujado con toneladas de oro en Riad, capital del primer productor mundial de petróleo.

Pero ni Abdalá ni los otros mandatarios evocaron las razones fundamentales de la pobreza de sus pueblos, que se describen en los informes regulares de la ONU sobre el desarrollo humano.
Cualquier análisis descubre que son consecuencia natural de la religión dominante, la islámica: déficit de libertad, mujer oprimida, y poco aprecio por los conocimientos y capacidades humanas.
Como el hombre es esclavo absoluto de Alá, pocos se atreven a contravenir sus absolutistas leyes ni la vigilancia de los fundamentalistas que las imponen.

Las mujeres, frecuentemente varias por hombre, se mantienen mayoritariamente analfabetas, criando hijos con su misma ignorancia.

Y como el islam es perfecto y cualquier pensamiento ajeno es inferior, los conocimientos y hábitos exteriores son despreciables, pecaminosos: menos para las élites, naturalmente.
Veremos si la suave y primera autocrítica de Abdalá abre un camino que lleve a escuchar allí la voz de la razón.

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