jueves, 20 de enero de 2005

Visita Oficial


Discurso de Su Majestad el Rey ante el Parlamento en Rabat


Señor Presidente de la Cámara de Representantes, Señor Presidente de la Cámara de Consejeros, Señoras y Señores Representantes y Consejeros, En este recinto en el que palpita el auténtico sentir del pueblo marroquí, deseo expresar mi profundo respeto a ambas Cámaras y sincero afecto a todos los marroquíes.
Gracias, Señor Presidente, por vuestras amables palabras de bienvenida, así como por la calurosa acogida que nos habéis querido dispensar, que entendemos asimismo dirigida a España y a todos los españoles. Es un gran honor para mí estar hoy aquí, y disponer del alto privilegio de poderme dirigir a todos ustedes.
Españoles y marroquíes somos herederos de una dilatada y compleja historia común; por eso podrán comprender la profunda emoción que siento y deseo traslucir en mis palabras, consciente de la trascendencia del momento que vivimos. Un momento en el que nuestros dos pueblos deben seguir empeñados en construir un futuro de paz, progreso y entendimiento recíproco.
Tuve el privilegio de mantener unos vínculos fraternales con Su Majestad el difunto Rey Hassan II, que Dios guarde. Unos vínculos fraternales que Su Majestad el Rey Mohamed VI ha mantenido y fortalecido, conmigo y con el Príncipe de Asturias. Esta misma mañana, la Reina y yo hemos rendido homenaje a los Difuntos Reyes, Mohamed V y Hassan II.
El recogimiento ante estas dos grandes figuras de la Historia contemporánea nos ha permitido rememorar la densa trayectoria recorrida en común por España y Marruecos. Señores Representantes y Consejeros, No cabe entender la actual densidad de las relaciones hispano-marroquíes sin partir de ese periodo de ocho siglos que separa el fin de la monarquía visigoda del sitio de Granada.
Mucho más que los episódicos enfrentamientos bélicos que en ese lapso se produjeron, los historiadores y ensayistas españoles, a partir de Menéndez Pidal y Ortega, tienden a subrayar la aportación de los interregnos pacíficos de estrecha comunicación e intercambio entre musulmanes y cristianos, con el rico testimonio de tolerancia recíproca que representan las culturas mózarabe y mudéjar.
Esta línea es compartida también por la moderna historiografía marroquí con nombres tan prestigiosos como Germain Ayache, Mohamed Ben Aboud y Abdallah Laroui. Ese limo histórico representa precisamente uno de los momentos culminantes de la Humanidad: la civilización de Al Andalus que, entre lo siglos XI y XV, vió florecer pléyades de pensadores, eruditos, científicos, poetas, e historiadores que dieron vida a ese momento estelar de la creación humana.
También en España nos sentimos orgullosos por la muda elocuencia de los grandes monumentos de esa época, que atestiguan la concepción grandiosa de sus constructores. Valoramos las importantes huellas inmateriales dejadas por ese período, como son los numerosos vocablos árabes que fueron sedimentando en la lengua castellana y que le prestan brillo y musicalidad. También en España crece el importante manantial de estudios especializados en la cultura arábigo-española.
A todos nos corresponde, en las aulas y seminarios que forman a nuestros futuros docentes, seguir la tarea de mantener y estimular la imagen positiva que tenemos en España de la cultura arábiga y, en consecuencia, de la civilización islámica. Señores Representantes y Consejeros, En un Marruecos moderno, sois la voz y la voluntad del pueblo marroquí.
Vuestro país pudo beneficiarse de una prolongada tradición institucional que contribuyó poderosamente a que pudiera conservar una personalidad tradicional, pero susceptible de asimilar sin traumas un proceso de adaptación democrática. El fallecido Rey Hassan II, que Dios Guarde, asentó algunas de las necesarias premisas básicas. A Su Majestad el Rey Mohamed VI ha correspondido la tarea de dar forma definitiva a la nueva realidad.
Desde España hemos seguido con simpatía y admiración la progresiva consolidación de la representatividad política necesaria para que puedan funcionar las instituciones. La estructuración de los Partidos como portadores de las distintas corrientes de opinión, dentro de la aceptación común de un marco de referencia, será objeto de una Ley que habrá de debatirse en un futuro próximo en este recinto. También hemos seguido con interés los avances en las libertades democráticas, de los que se están dando de un tiempo a esta parte muestras notables.
Otro tanto cabe decir respecto de algunas reformas esenciales en el orden de la vida familiar, a través de una Ley, aprobada por este Parlamento, en materia de protección de la mujer y de la infancia: la nueva ley reguladora de la "Mudawana". Basten estos breves trazos para comprender en qué medida las relaciones entre nuestros dos países han evolucionado de forma notable hacia una mayor convergencia.
De los muchos acontecimientos que confirman este sesgo favorable, quiero destacar el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación de 1991, que establece las bases formales y sustanciales de las relaciones preferentes entre España y Marruecos. El Tratado consagra la voluntad común de concordia y esta Visita de Estado pretende impulsar en toda su plenitud el espíritu y posibilidades que ofrece.
Dicho Tratado recibió en su día el respaldo político de los Parlamentos marroquí y español, que marcaron de esta forma su determinación, como depositarios de la soberanía popular, de ser también protagonistas de nuestros destinos. Por ello convendría desarrollar plenamente los mecanismos de la diplomacia parlamentaria, a través de los encuentros de Presidentes de las Cámaras, y el trabajo de Comisiones y grupos de amistad, al objeto de promover e impulsar nuestras ambiciones comunes. La cooperación prevista en el Tratado se refiere a todos los ámbitos de interés para cada una de las Partes.
En un breve recorrido, de lo más próximo a lo más alejado, comenzaremos por las perspectivas que se ofrecen a cada lado del Estrecho. Al Norte nos encontramos con una Unión Europea marcada por la incorporación de nuevos Miembros y la adopción de un nuevo Tratado constitucional.
El estrechamiento de las relaciones de Marruecos con la Unión Europea, por medio de un "estatuto avanzado" que consagre el anclaje preferente de Vuestro país a Europa, es un objetivo prioritario para la política exterior española. España quiere ser el mayor valedor, en la Unión Europea, de las aspiraciones marroquíes a participar en el acervo comunitario y beneficiarse al máximo de la Nueva Política de Vecindad.
El proceso euromediterráneo, que se relanzará a Alto Nivel este año en Barcelona con motivo de su Décimo Aniversario, ofrece enormes posibilidades para que Marruecos enriquezca con sus iniciativas el partenariado y participe preferentemente de todos sus instrumentos.
Para su pleno aprovechamiento, sería de inmensa utilidad que de este lado del Estrecho se consolidara el proceso de integración magrebí en el orden político y económico y que prosperaran las nuevas iniciativas de libre intercambio Sur-Sur, como el reciente acuerdo de Agadir. Dicha integración es una clara prioridad estratégica para España, por cuanto facilitaría la creación de un horizonte de prosperidad entre ambas orillas del Mediterráneo Occidental, capaz de ilusionar y estimular a nuestros ciudadanos y fuerzas sociales. Tenemos fe en que la necesaria integración del Magreb se lleve muy pronto a cabo. También confiamos en que se encuentren próximamente vías de solución al problema del Sahara.
De hecho, ambos caminos son inexorablemente convergentes. España tiene especial interés en ayudar a acercar posiciones para conseguir una solución consensuada, justa y definitiva, negociada por todas las partes concernidas, en el marco de la legalidad internacional y de los esfuerzos de las Naciones Unidas.
La visión esperanzada que se extiende a todo el Mediterráneo contrasta con la cuestión de Palestina, de trágicas dimensiones que se prolongan en el tiempo. Fuente hasta ahora de inestabilidad y desequilibrios globales, acaba de entreabrirse a la esperanza tras el reciente proceso electoral. España, que ha propiciado iniciativas como la Conferencia de Madrid, está dispuesta a multiplicar sus esfuerzos en favor de una paz definitiva.
Apreciamos la activa participación de Marruecos y personalmente de Su Majestad el Rey Mohamed VI, que ostenta la presidencia del Comité Al Qods, en la búsqueda de una solución justa y equilibrada que debe implicar la yuxtaposición de dos Estados sustantivos que puedan vivir en paz. Fuera del ámbito regional, al pasar a la escala global, la coincidencia de España y Marruecos es plena sobre la necesidad de respaldar la acción de las Naciones Unidas y de reforzar la supremacía que debe corresponderle en las cuestiones de mantenimiento de la Paz y Seguridad Internacionales.
Al margen de las posibles reformas de la Carta, Naciones Unidas es el mejor marco en que cabe esperar alcanzar una solución al grave problema de Irak, tanto en el aspecto político de reconstitución del Estado y de paz ciudadana, como de imperiosa necesidad de reconstrucción de las infraestructuras y del aparato productivo. Una cuestión fundamental domina nuestra actualidad: el auge del fenómeno terrorista en el mundo de hoy, que ha cobrado una gravedad y virulencia inusitadas. Tan brutales vivencias las han sufrido tambien nuestros dos países.
Es evidente que el terrorismo es absolutamente condenable y debe ser combatido en todas sus formas. España, que lo viene sufriendo desde hace años, viene poniendo todos los medios necesarios para combatirlo. Entre ellos, resulta imprescindible el reforzamiento de la cooperación internacional. España agradece la eficaz colaboración de otros miembros de la comunidad internacional y, de forma destacada, de Marruecos.
Quiero desde aquí rendir un homenaje a todas las víctimas del terrorismo, marroquíes, españolas, y de otras nacionalidades, así como expresar nuestra mayor solidaridad hacia sus familias, con la esperanza de que volquemos unidos todos los esfuerzos necesarios para evitar que puedan volver a producirse atentados y cese para siempre la barbarie terrorista. La forma de combatir el terrorismo no puede ser ciega ni indiscriminada.
Debe hacerse desde la razón que asiste a nuestras sociedades, con los instrumentos del estado de Derecho y del Derecho Internacional. El Presidente del Gobierno de España hizo un llamamiento ante la última Asamblea General de Naciones Unidas, a favor de una Alianza de Civilizaciones. La comunidad internacional debe evitar que se eleve un muro de incomprensión entre Occidente y el mundo árabe e islámico. Por ello, España ha sugerido que en el ámbito de Naciones Unidas se constituya un Grupo de Alto Nivel que reflexione sobre este problema y proponga medidas correctoras, ambiciosas y concretas.
Volviendo al plano bilateral, nuestros dos países tienen fundadas razones para reforzar cada día más su entramado de relaciones de cooperación. En materia educativa y cultural, la red de centros españoles de enseñanza primaria, secundaria y bachillerato en Marruecos acoge cada vez más alumnos marroquíes interesados en recibir una formación rica y sólidos conocimientos de lengua y cultura españolas. Se han creado nuevas sedes del Instituto Cervantes en varias ciudades para atender a quienes desean perfeccionarse en el conocimiento de nuestra lengua que, día a día, se afianza como idioma internacional de comunicación y de negocios.
Mañana tendremos la satisfacción de poner en marcha un proceso de dimensión histórica, que ha de culminar en la creación de la primera Universidad española en Marruecos.
Esta nueva Universidad estará abierta a la juventud marroquí que tenga interés en cursar estudios universitarios españoles, especialmente a quienes hayan cursado el bachillerato en nuestros centros en Marruecos. También mañana Su Majestad el Rey Mohamed VI y yo mismo, recibiremos al Comité Averroes, que inicia una nueva etapa. Atribuimos la máxima importancia a este grupo de composición mixta, que reúne a intelectuales y personalidades interesadas en la relación hispano-marroquí y que deben constituirse en vanguardia del acercamiento entre nuestras dos sociedades.
Seguiremos con el máximo interés sus trabajos y recibiremos inspiración de sus propuestas. En el ámbito de las relaciones culturales registramos igualmente con especial satisfacción la actual celebración en Marruecos del Año Cultural de España, al que seguirá en 2006 el Año Cultural de Marruecos en España.
No puede excluirse de este repaso el Viaje de Su Majestad el Rey Mohamed VI a varios países iberoamericanos, que mucho celebramos por cuanto intuimos que, al margen del interés de establecer una útil conexión interregional, pone de manifiesto la voluntad de vincular a Marruecos de forma aún más intensa al mundo de habla española. En materia de Seguridad y Defensa se registran notables progresos.
Especial satisfacción nos produce la misión de paz que desempeñan codo con codo las Fuerzas Armadas españolas y marroquíes en Haití, así como las perspectivas de intensificación de nuestra cooperación al amparo de iniciativas de carácter subregional y también de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. En el campo de la cooperación técnica, nos es grato comprobar que Marruecos ocupa la primera posición como destinatario en el Plan de Asistencia al Desarrollo en el Mundo Arabe.
La acción principal en esta materia corre a cargo del Gobierno junto al esfuerzo de las Comunidades Autónomas, especialmente las del litoral mediterráneo y Canarias, algunas administraciones locales y Organizaciones No Gubernamentales.
En estos años la implantación en Marruecos de empresas españolas ha sido espectacular, un proceso acompañado de un crecimiento exponencial de nuestras inversiones. Este interés inversor, concentrado inicialmente en pocos sectores, se ha ido diversificando y ampliando.
Destaca de esta multiplicación de empresas su capacidad de creación de empleo en las regiones de implantación. Llevar el trabajo al lugar de residencia del trabajador supone menos sacrificio social que el tradicional proceso inverso, es decir la emigración. Al referirnos a la emigración, no puedo por menos que expresar el inmenso dolor que suscitan las reiteradas tragedias que la inmigración clandestina, sobre todo por vía marítima, en embarcaciones de fortuna, produce en nuestras costas. Señor Presidente de la Cámara de Representantes, Señor Presidente de la Cámara de Consejeros, Señoras y Señores Representantes y Consejeros, En este recinto en el que palpita el auténtico sentir del pueblo marroquí, deseo expresar mi profundo respeto a ambas Cámaras y sincero afecto a todos los marroquíes.
Gracias, Señor Presidente, por vuestras amables palabras de bienvenida, así como por la calurosa acogida que nos habéis querido dispensar, que entendemos asimismo dirigida a España y a todos los españoles. Es un gran honor para mí estar hoy aquí, y disponer del alto privilegio de poderme dirigir a todos ustedes.
Españoles y marroquíes somos herederos de una dilatada y compleja historia común; por eso podrán comprender la profunda emoción que siento y deseo traslucir en mis palabras, consciente de la trascendencia del momento que vivimos. Un momento en el que nuestros dos pueblos deben seguir empeñados en construir un futuro de paz, progreso y entendimiento recíproco.
Tuve el privilegio de mantener unos vínculos fraternales con Su Majestad el difunto Rey Hassan II, que Dios guarde. Unos vínculos fraternales que Su Majestad el Rey Mohamed VI ha mantenido y fortalecido, conmigo y con el Príncipe de Asturias. Esta misma mañana, la Reina y yo hemos rendido homenaje a los Difuntos Reyes, Mohamed V y Hassan II.
El recogimiento ante estas dos grandes figuras de la Historia contemporánea nos ha permitido rememorar la densa trayectoria recorrida en común por España y Marruecos. Señores Representantes y Consejeros, No cabe entender la actual densidad de las relaciones hispano-marroquíes sin partir de ese periodo de ocho siglos que separa el fin de la monarquía visigoda del sitio de Granada.
Mucho más que los episódicos enfrentamientos bélicos que en ese lapso se produjeron, los historiadores y ensayistas españoles, a partir de Menéndez Pidal y Ortega, tienden a subrayar la aportación de los interregnos pacíficos de estrecha comunicación e intercambio entre musulmanes y cristianos, con el rico testimonio de tolerancia recíproca que representan las culturas mózarabe y mudéjar.
Esta línea es compartida también por la moderna historiografía marroquí con nombres tan prestigiosos como Germain Ayache, Mohamed Ben Aboud y Abdallah Laroui. Ese limo histórico representa precisamente uno de los momentos culminantes de la Humanidad: la civilización de Al Andalus que, entre lo siglos XI y XV, vió florecer pléyades de pensadores, eruditos, científicos, poetas, e historiadores que dieron vida a ese momento estelar de la creación humana.
También en España nos sentimos orgullosos por la muda elocuencia de los grandes monumentos de esa época, que atestiguan la concepción grandiosa de sus constructores. Valoramos las importantes huellas inmateriales dejadas por ese período, como son los numerosos vocablos árabes que fueron sedimentando en la lengua castellana y que le prestan brillo y musicalidad. También en España crece el importante manantial de estudios especializados en la cultura arábigo-española.
A todos nos corresponde, en las aulas y seminarios que forman a nuestros futuros docentes, seguir la tarea de mantener y estimular la imagen positiva que tenemos en España de la cultura arábiga y, en consecuencia, de la civilización islámica. Señores Representantes y Consejeros, En un Marruecos moderno, sois la voz y la voluntad del pueblo marroquí.
Vuestro país pudo beneficiarse de una prolongada tradición institucional que contribuyó poderosamente a que pudiera conservar una personalidad tradicional, pero susceptible de asimilar sin traumas un proceso de adaptación democrática. El fallecido Rey Hassan II, que Dios Guarde, asentó algunas de las necesarias premisas básicas. A Su Majestad el Rey Mohamed VI ha correspondido la tarea de dar forma definitiva a la nueva realidad.
Desde España hemos seguido con simpatía y admiración la progresiva consolidación de la representatividad política necesaria para que puedan funcionar las instituciones. La estructuración de los Partidos como portadores de las distintas corrientes de opinión, dentro de la aceptación común de un marco de referencia, será objeto de una Ley que habrá de debatirse en un futuro próximo en este recinto. También hemos seguido con interés los avances en las libertades democráticas, de los que se están dando de un tiempo a esta parte muestras notables.
Otro tanto cabe decir respecto de algunas reformas esenciales en el orden de la vida familiar, a través de una Ley, aprobada por este Parlamento, en materia de protección de la mujer y de la infancia: la nueva ley reguladora de la "Mudawana". Basten estos breves trazos para comprender en qué medida las relaciones entre nuestros dos países han evolucionado de forma notable hacia una mayor convergencia.
De los muchos acontecimientos que confirman este sesgo favorable, quiero destacar el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación de 1991, que establece las bases formales y sustanciales de las relaciones preferentes entre España y Marruecos. El Tratado consagra la voluntad común de concordia y esta Visita de Estado pretende impulsar en toda su plenitud el espíritu y posibilidades que ofrece.
Dicho Tratado recibió en su día el respaldo político de los Parlamentos marroquí y español, que marcaron de esta forma su determinación, como depositarios de la soberanía popular, de ser también protagonistas de nuestros destinos. Por ello convendría desarrollar plenamente los mecanismos de la diplomacia parlamentaria, a través de los encuentros de Presidentes de las Cámaras, y el trabajo de Comisiones y grupos de amistad, al objeto de promover e impulsar nuestras ambiciones comunes. La cooperación prevista en el Tratado se refiere a todos los ámbitos de interés para cada una de las Partes.
En un breve recorrido, de lo más próximo a lo más alejado, comenzaremos por las perspectivas que se ofrecen a cada lado del Estrecho. Al Norte nos encontramos con una Unión Europea marcada por la incorporación de nuevos Miembros y la adopción de un nuevo Tratado constitucional.
El estrechamiento de las relaciones de Marruecos con la Unión Europea, por medio de un "estatuto avanzado" que consagre el anclaje preferente de Vuestro país a Europa, es un objetivo prioritario para la política exterior española. España quiere ser el mayor valedor, en la Unión Europea, de las aspiraciones marroquíes a participar en el acervo comunitario y beneficiarse al máximo de la Nueva Política de Vecindad.
El proceso euromediterráneo, que se relanzará a Alto Nivel este año en Barcelona con motivo de su Décimo Aniversario, ofrece enormes posibilidades para que Marruecos enriquezca con sus iniciativas el partenariado y participe preferentemente de todos sus instrumentos.
Para su pleno aprovechamiento, sería de inmensa utilidad que de este lado del Estrecho se consolidara el proceso de integración magrebí en el orden político y económico y que prosperaran las nuevas iniciativas de libre intercambio Sur-Sur, como el reciente acuerdo de Agadir. Dicha integración es una clara prioridad estratégica para España, por cuanto facilitaría la creación de un horizonte de prosperidad entre ambas orillas del Mediterráneo Occidental, capaz de ilusionar y estimular a nuestros ciudadanos y fuerzas sociales. Tenemos fe en que la necesaria integración del Magreb se lleve muy pronto a cabo. También confiamos en que se encuentren próximamente vías de solución al problema del Sahara.
De hecho, ambos caminos son inexorablemente convergentes. España tiene especial interés en ayudar a acercar posiciones para conseguir una solución consensuada, justa y definitiva, negociada por todas las partes concernidas, en el marco de la legalidad internacional y de los esfuerzos de las Naciones Unidas.
La visión esperanzada que se extiende a todo el Mediterráneo contrasta con la cuestión de Palestina, de trágicas dimensiones que se prolongan en el tiempo. Fuente hasta ahora de inestabilidad y desequilibrios globales, acaba de entreabrirse a la esperanza tras el reciente proceso electoral. España, que ha propiciado iniciativas como la Conferencia de Madrid, está dispuesta a multiplicar sus esfuerzos en favor de una paz definitiva.
Apreciamos la activa participación de Marruecos y personalmente de Su Majestad el Rey Mohamed VI, que ostenta la presidencia del Comité Al Qods, en la búsqueda de una solución justa y equilibrada que debe implicar la yuxtaposición de dos Estados sustantivos que puedan vivir en paz. Fuera del ámbito regional, al pasar a la escala global, la coincidencia de España y Marruecos es plena sobre la necesidad de respaldar la acción de las Naciones Unidas y de reforzar la supremacía que debe corresponderle en las cuestiones de mantenimiento de la Paz y Seguridad Internacionales.
Al margen de las posibles reformas de la Carta, Naciones Unidas es el mejor marco en que cabe esperar alcanzar una solución al grave problema de Irak, tanto en el aspecto político de reconstitución del Estado y de paz ciudadana, como de imperiosa necesidad de reconstrucción de las infraestructuras y del aparato productivo. Una cuestión fundamental domina nuestra actualidad: el auge del fenómeno terrorista en el mundo de hoy, que ha cobrado una gravedad y virulencia inusitadas. Tan brutales vivencias las han sufrido tambien nuestros dos países.
Es evidente que el terrorismo es absolutamente condenable y debe ser combatido en todas sus formas. España, que lo viene sufriendo desde hace años, viene poniendo todos los medios necesarios para combatirlo. Entre ellos, resulta imprescindible el reforzamiento de la cooperación internacional. España agradece la eficaz colaboración de otros miembros de la comunidad internacional y, de forma destacada, de Marruecos.
Quiero desde aquí rendir un homenaje a todas las víctimas del terrorismo, marroquíes, españolas, y de otras nacionalidades, así como expresar nuestra mayor solidaridad hacia sus familias, con la esperanza de que volquemos unidos todos los esfuerzos necesarios para evitar que puedan volver a producirse atentados y cese para siempre la barbarie terrorista. La forma de combatir el terrorismo no puede ser ciega ni indiscriminada.
Debe hacerse desde la razón que asiste a nuestras sociedades, con los instrumentos del estado de Derecho y del Derecho Internacional. El Presidente del Gobierno de España hizo un llamamiento ante la última Asamblea General de Naciones Unidas, a favor de una Alianza de Civilizaciones. La comunidad internacional debe evitar que se eleve un muro de incomprensión entre Occidente y el mundo árabe e islámico. Por ello, España ha sugerido que en el ámbito de Naciones Unidas se constituya un Grupo de Alto Nivel que reflexione sobre este problema y proponga medidas correctoras, ambiciosas y concretas.
Volviendo al plano bilateral, nuestros dos países tienen fundadas razones para reforzar cada día más su entramado de relaciones de cooperación. En materia educativa y cultural, la red de centros españoles de enseñanza primaria, secundaria y bachillerato en Marruecos acoge cada vez más alumnos marroquíes interesados en recibir una formación rica y sólidos conocimientos de lengua y cultura españolas. Se han creado nuevas sedes del Instituto Cervantes en varias ciudades para atender a quienes desean perfeccionarse en el conocimiento de nuestra lengua que, día a día, se afianza como idioma internacional de comunicación y de negocios.
Mañana tendremos la satisfacción de poner en marcha un proceso de dimensión histórica, que ha de culminar en la creación de la primera Universidad española en Marruecos.
Esta nueva Universidad estará abierta a la juventud marroquí que tenga interés en cursar estudios universitarios españoles, especialmente a quienes hayan cursado el bachillerato en nuestros centros en Marruecos. También mañana Su Majestad el Rey Mohamed VI y yo mismo, recibiremos al Comité Averroes, que inicia una nueva etapa. Atribuimos la máxima importancia a este grupo de composición mixta, que reúne a intelectuales y personalidades interesadas en la relación hispano-marroquí y que deben constituirse en vanguardia del acercamiento entre nuestras dos sociedades.
Seguiremos con el máximo interés sus trabajos y recibiremos inspiración de sus propuestas. En el ámbito de las relaciones culturales registramos igualmente con especial satisfacción la actual celebración en Marruecos del Año Cultural de España, al que seguirá en 2006 el Año Cultural de Marruecos en España.
No puede excluirse de este repaso el Viaje de Su Majestad el Rey Mohamed VI a varios países iberoamericanos, que mucho celebramos por cuanto intuimos que, al margen del interés de establecer una útil conexión interregional, pone de manifiesto la voluntad de vincular a Marruecos de forma aún más intensa al mundo de habla española. En materia de Seguridad y Defensa se registran notables progresos.
Especial satisfacción nos produce la misión de paz que desempeñan codo con codo las Fuerzas Armadas españolas y marroquíes en Haití, así como las perspectivas de intensificación de nuestra cooperación al amparo de iniciativas de carácter subregional y también de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. En el campo de la cooperación técnica, nos es grato comprobar que Marruecos ocupa la primera posición como destinatario en el Plan de Asistencia al Desarrollo en el Mundo Arabe.
La acción principal en esta materia corre a cargo del Gobierno junto al esfuerzo de las Comunidades Autónomas, especialmente las del litoral mediterráneo y Canarias, algunas administraciones locales y Organizaciones No Gubernamentales.
En estos años la implantación en Marruecos de empresas españolas ha sido espectacular, un proceso acompañado de un crecimiento exponencial de nuestras inversiones. Este interés inversor, concentrado inicialmente en pocos sectores, se ha ido diversificando y ampliando.
Destaca de esta multiplicación de empresas su capacidad de creación de empleo en las regiones de implantación. Llevar el trabajo al lugar de residencia del trabajador supone menos sacrificio social que el tradicional proceso inverso, es decir la emigración. Al referirnos a la emigración, no puedo por menos que expresar el inmenso dolor que suscitan las reiteradas tragedias que la inmigración clandestina, sobre todo por vía marítima, en embarcaciones de fortuna, produce en nuestras costas. Trabajemos juntos sin descanso para acabar de una vez con esta tragedia humana.
Se han implicado ya nuestras Administraciones y Cuerpos de Seguridad, que con frecuencia se sienten desbordados ante la magnitud del problema. En ese sentido, la cooperación entre Gendarmería y Guardia Civil ha mejorado considerablemente. En un año el flujo de esa inmigración clandestina ha empezado a disminuir, alentando nuestra cooperación hacia ese objetivo. A la presión emigratoria que se genera en Marruecos se suma, en proporciones cada vez mayores, la procedente de países subsaharianos. Debemos, por ello, actuar ante los países implicados.
Es preciso trabajar en el marco de las organizaciones internacionales como la Unión Europea, y las iniciativas como el Proceso de Barcelona. Ante la urgencia de aliviar el problema, tenemos que promover campañas de información que inviten a la juventud a la prudencia; campañas que no permitan la difusión de ilusiones infundadas y, sobre todo, de engaños interesados. No podemos permitir que los mares que nos unen se conviertan en fosa común de vidas segadas en su plenitud, de hombres y mujeres jóvenes, esforzados y valientes, desorientados y mal aconsejados. Pero no todo son sombras en materia de emigración.
Hay en España una importante colectividad de varios cientos de miles de ciudadanos marroquíes. Por lo común es un colectivo bien asentado que presta una importantísima contribución al desarrollo económico y social de España. Me honro en dirigirle desde su propio país un mensaje de agradecimiento y consideración. Los residentes marroquíes en España conocen el creciente esfuerzo de regularización de las autoridades españolas.
El respeto a las normas de inmigración y laborales es indispensable para el país receptor. Pero lo es también para quienes se incorporan al mercado de trabajo en España, como garantía para gozar de la plenitud de los derechos sociales que les corresponden. Hay asimismo motivos para la esperanza y el optimismo. En ese espacio marítimo común disponemos de grandes proyectos, entre los que destaca el futuro Enlace Fijo que ha de materializar nuestro creciente acercamiento.
Son ya realidad fecunda las mejoras portuarias de nuestros enlaces marítimos, las conexiones energéticas, como el gasoducto, y la muy beneficiosa interacción de nuestras redes eléctricas y de telecomunicaciones. Todos estos lazos de unión son indispensables para una más estrecha cooperación y, en suma, un futuro compartido.
Constituyen el potencial único y objetivo que liga a dos países vecinos y que diferencia a sus relaciones de las que cada uno de ellos pueda mantener con otros países más alejados. Logremos que con nuestro ejemplo sean cada vez más numerosos los representantes de la sociedad civil y de la ciudadanía que participen en la empresa de conocernos mejor y de emprender responsabilidades conjuntas. La solidaridad manifestada a ambos lados del Estrecho en situaciones de emergencia, como la catástrofe del "Prestige" o el terremoto de Alhucemas son una viva expresión de la vecindad bien entendida.
Permitídme que ponga fin a estas palabras recordando el llamamiento que hice con motivo de la importante Visita de Estado de Su Majestad el Rey Mohamed VI a España en el año 2000, e invite a todos Ustedes a "un reencuentro en el terreno del nuevo milenio, presidido por la comprensión y la solidaridad como valores supremos, para aunar esfuerzos en la conquista de un futuro de provecho compartido por los pueblos de Marruecos y España".
Señores Presidentes, Señoras y Señores Representantes y Consejeros Estamos convencidos de que el mayor conocimiento mutuo, el pleno respeto y aprecio de nuestros valores respectivos y compartidos; en suma, el pleno desarrollo de la idea y la praxis de vecindad, serán la mejor garantía de un futuro de convivencia en paz y prosperidad que Marruecos y España tenemos la responsabilidad de legar a las generaciones venideras.

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