sábado, 24 de diciembre de 2005

La religión no es la ciencia
Miguel Molina

Una noche que preferiría olvidar escuché en el Salón Azul de la Intendencia de Montevideo la teoría raeliana sobre el origen del mundo.
La teoría de la evolución de Darwin obtuvo una victoria judicial en EE.UU.Nos habíamos congregado ahí por curiosidad, por ocio o por vicio, para oír lo que tenía que decir el ex periodista canadiense sobre los objetos voladores no identificados.

Ya todos olvidaron la lejana tarde en que Claude Vorilhon Raël vio con asombro la aparición de dos pequeños extraterrestres que no sólo le revelaron el origen de nuestro mundo sino que además lo nombraron su representante entre nosotros. Yo no he podido olvidarlo.
Los extraterrestres le explicaron que las autoridades del planeta N descubrieron que los científicos estaban haciendo pruebas prohibidas y arriesgadas, y decidieron expulsarlos y dejar que encontraran otro mundo que les sirviera a sus propósitos.

Encontraron la Tierra.
Y como no habían venido solos, los extraterrestres crearon especies de animales que los artistas llenaron de colores y los músicos de melodías, y les dieron fuerza o habilidad o ambas cosas, o inteligencia, aunque no mucha.
La vida eterna de los raelianos se limita a la promesa de replicación genética en este mundo o en otro.
Al final, uno decide que un ser igual a otro ser no es el mismo ser. Y a Raël lo sacó de la Intendencia de Montevideo la fuerza pública esa noche mitad para echarlo, mitad para protegerlo.
Las creencias no deben ser estudio obligatorio
Y entonces llegamos al diseño inteligente.
Para muchos se trata de un debate sin mayor razón de ser, porque una cosa es la teoría de la evolución y otra cosa es la idea de que la vida es tan complicada que necesariamente tuvo que haber habido un ser que la creó.
Allá unos y allá otros. El caso es que en Estados Unidos, donde no pocos advierten que los sentimientos religiosos parecen haber llegado a extremos fundamentalistas como los que se quieren evitar en la guerra contra el terrorismo, se discute el tema como si fuera cosa de vida o muerte.
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